CONTRASTES
¡Quién nos iba a decir
que nos íbamos a ver en ésto! Quién hubiera pensado hace tan sólo
un mes que esta situación de aislamiento, que poco a poco estamos
normalizando, iba a atravesar nuestras vidas sin pedir permiso. Quién
te iba a decir a ti, o a mí, que lo de ir a comprar el pan o pasear
el perro serían situaciones que iban a romper una rutina entre
cuatro paredes y se convertirían en momentos trascendentes del día.
Yo desde luego no me lo podía imaginar.
Estamos asistiendo a un
momento realmente histórico y claramente imborrable en nuestras
vidas. Aquella primera vez (esperemos que no vengan más) en que la
vida, tal y como la entendemos, se nos puso patas arriba. No creo que
podamos olvidarlo.
A lo largo de estos
pocos días, ya se han dado más que evidentes muestras de la
vulnerabilidad de nuestra forma de vida. Los días en que pensar de
lunes a viernes o pensar en modo fin de semana se nos han acabado.
Cuesta encontrar referencias de rutina, al menos de las que teníamos
hasta ahora.
Es momento de crear
otras nuevas, totalmente diferentes y de empezar un proceso personal
para digerir todo aquello que nos está pasando. Aquí surgen muchos
planteamiento diferentes dependiendo de cada persona y de la realidad
que nos rodea a cada una.
Para algunas personas,
serán momentos de descanso, para otras de estrés, dependiendo de
cuál sea el papel de cada uno en el tablero. Pero lo que es
innegable, es que va a poner lo mejor y lo peor de todo el mundo
encima de la mesa, bien a la vista, para que no podamos esquivarlo.
Son días raros en los
que, la poca gente que te puedes encontrar por la cae reacciona de
formas inesperadas. Por un lado está la gente que, aunque no te
conozca, te saluda por educación y en parte por encontrar un rostro
con el que compartir esa sensación de extrañeza. Por otro está la
gente para la que somos sospechosos/as y de los que hay que
protegerse y aumenta la distancia precisamente para no tener que
cruzar ni un simple hola. A mí me han dado ganas incluso alguna vez
de decir, “tranqui que yo no lo tengo”, pero la verdad es que
tampoco lo pudo decir..
Sentirse como
“potencialmente apestosos/as” es realmente una novedad para mí,
es algo que solemos ver únicamente en aquellas personas excluidas de
nuestro sistema y, mira por donde, esta situación nos ha puesto en
ese sitio a todo el mundo.
Otro de los
descubrimientos que estamos haciendo, aunque haya gente que eso ya lo
supiera, es que este virus nos ha dado una bofetada en toda la cara a
todos/as, incluso a aquellas personas que podían sentirse a salvo en
su vida perfectamente ordenada y estructurada. Ha venido a desmontar
todas las paraetas y señalar qué es lo más importante. Y lo más
importante es la vida, siempre lo ha sido. ¿Qué obviedad no? Pues
ahí estamos.
Esta situación nos va a
obligar a tomar conciencia de lo que somos, de nuestra
vulnerabilidad, pero también de nuestra fortaleza. De que realmente
sin los demás no somos nadie, de que la sociedad de consumo sólo
tiene sentido cuando se hace un consumo responsable, que lo demás es
innecesario. De la creatividad que somos capaces de desarrollar en
momentos como éste pero también de las miserias. Estos tiempos son
buenos termómetros para calibrar la altura del ser humano. De medir
la capacidad que tiene el miedo para gobernar nuestras vidas o por el
contrario, de la capacidad de que, a pesar de ese miedo instintivo
por nuestra vida y por la de nuestra gente, podemos encontrar
resquicios de sensatez, alegría y ganas de aceptar esta etapa como
parte nuestra vida e incluso darle la vuelta. Todo ello se puede ver
con claridad estos días.
Si algo se caracteriza
este aislamiento es en la cantidad de contrastes que están aflorando
cada día. Son contrastes a todos los niveles, desde lo macro hasta
lo micro. Desde países que se enfrentan a esto con una disciplina y
eficacia absoluta (como China), hasta los que se enfrentan con otros
métodos más progresivos y que veremos qué resultados obtienen
(Europa). Vemos los contrastes y las consecuencias de mantener o no
un estado de bienestar social sólido, véase la Sanidad Pública, o
desmantelarlo para intereses privados y personales. Igual no hacía
falta que pasara esto para darnos cuenta, pero ahora nadie puede
decir que no tiene consecuencias reales.
También vemos las
consecuencias de paralizar un país, sus negocios, sus empresas,
grandes y pequeñas, sin saber dónde nos va a llevar esto. Pero lo
curioso es que aún así, la vida sigue. A la vida le da igual, sigue
su ciclo. Sale el sol y se pone todos los días, salgamos de casa o
no.
Nos vemos abocados a
encontrar necesariamente nuevas formas de convivencia con la familia.
Las casas, más o menos grandes, son espacios limitados y el día
sigue teniendo 24h (eso tampoco cambia). Aquí también hay
contrastes, y muchos. Primero entre la gente que tiene casa y la que
no, y después entre la gente que tiene familia con la que convivir y
la que no.
Para la gente sin casa,
se están desplegando toda una serie de infraestructuras de manera
que tengan las “necesidades básicas” cubiertas. Que a mí me
surge la duda, ¿ y por qué no se hace eso en otras situaciones que
no sean tan excepcionales? ¿No debería ser eso la norma y no la
excepción? Otro contraste más.
Para la gente con
familia o sin familia, la verdad, ahora mismo no sabría yo
posicionarme en qué circunstancia es mejor que la otra. Estar
obligados a compartir espacio todo el tiempo con personas con las que
solemos compartir únicamente unas horas al día, sin tener en cuenta
las de dormir, y esporádicamente periodos vacacionales, puede llegar
a ser un reto y a veces incluso un peligro real. De igual manera para
las personas solas, va a depender mucho de cómo tengan enfocada su
vida para que puedan llevar esto más o menos bien.
Allá donde mire no hago
más que ver contrastes. Por ejemplo, instalaciones deportivas
prestando servicios sociales a la comunidad más vulnerable. Otro
contraste, y para mí del bueno.
Yo sinceramente creo que
esta situación es un antes y después en la vida de todo el mundo. Y
creo que después se va a notar, que algo cambiará. Aún no sabría
decir si para bien o para mal, porque las dos posibilidades existen,
depende de nosotros/as escoger un lado u otro. Podemos ir hacia el
extremo del miedo, del egoísmo y de la individualidad, o podemos ir
al otro, al extremo del entendimiento de que somos parte de un todo y
que en la cooperación con los demás es donde está la respuesta.
Pero insisto, no tengo ni idea. Eso sí, creo que tampoco tardaremos
tanto en descubrir hacia dónde se inclina la balanza, es cuestión
de tiempo.
En cuarentena, 23
de marzo de 2020.
Fdo.: Guaditoca Blanco
Rojas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario