lunes, 23 de marzo de 2020

DESDE MI CASA

CONTRASTES


¡Quién nos iba a decir que nos íbamos a ver en ésto! Quién hubiera pensado hace tan sólo un mes que esta situación de aislamiento, que poco a poco estamos normalizando, iba a atravesar nuestras vidas sin pedir permiso. Quién te iba a decir a ti, o a mí, que lo de ir a comprar el pan o pasear el perro serían situaciones que iban a romper una rutina entre cuatro paredes y se convertirían en momentos trascendentes del día. Yo desde luego no me lo podía imaginar.

Estamos asistiendo a un momento realmente histórico y claramente imborrable en nuestras vidas. Aquella primera vez (esperemos que no vengan más) en que la vida, tal y como la entendemos, se nos puso patas arriba. No creo que podamos olvidarlo.

A lo largo de estos pocos días, ya se han dado más que evidentes muestras de la vulnerabilidad de nuestra forma de vida. Los días en que pensar de lunes a viernes o pensar en modo fin de semana se nos han acabado. Cuesta encontrar referencias de rutina, al menos de las que teníamos hasta ahora.
Es momento de crear otras nuevas, totalmente diferentes y de empezar un proceso personal para digerir todo aquello que nos está pasando. Aquí surgen muchos planteamiento diferentes dependiendo de cada persona y de la realidad que nos rodea a cada una.

Para algunas personas, serán momentos de descanso, para otras de estrés, dependiendo de cuál sea el papel de cada uno en el tablero. Pero lo que es innegable, es que va a poner lo mejor y lo peor de todo el mundo encima de la mesa, bien a la vista, para que no podamos esquivarlo.
Son días raros en los que, la poca gente que te puedes encontrar por la cae reacciona de formas inesperadas. Por un lado está la gente que, aunque no te conozca, te saluda por educación y en parte por encontrar un rostro con el que compartir esa sensación de extrañeza. Por otro está la gente para la que somos sospechosos/as y de los que hay que protegerse y aumenta la distancia precisamente para no tener que cruzar ni un simple hola. A mí me han dado ganas incluso alguna vez de decir, “tranqui que yo no lo tengo”, pero la verdad es que tampoco lo pudo decir..
Sentirse como “potencialmente apestosos/as” es realmente una novedad para mí, es algo que solemos ver únicamente en aquellas personas excluidas de nuestro sistema y, mira por donde, esta situación nos ha puesto en ese sitio a todo el mundo.

Otro de los descubrimientos que estamos haciendo, aunque haya gente que eso ya lo supiera, es que este virus nos ha dado una bofetada en toda la cara a todos/as, incluso a aquellas personas que podían sentirse a salvo en su vida perfectamente ordenada y estructurada. Ha venido a desmontar todas las paraetas y señalar qué es lo más importante. Y lo más importante es la vida, siempre lo ha sido. ¿Qué obviedad no? Pues ahí estamos.

Esta situación nos va a obligar a tomar conciencia de lo que somos, de nuestra vulnerabilidad, pero también de nuestra fortaleza. De que realmente sin los demás no somos nadie, de que la sociedad de consumo sólo tiene sentido cuando se hace un consumo responsable, que lo demás es innecesario. De la creatividad que somos capaces de desarrollar en momentos como éste pero también de las miserias. Estos tiempos son buenos termómetros para calibrar la altura del ser humano. De medir la capacidad que tiene el miedo para gobernar nuestras vidas o por el contrario, de la capacidad de que, a pesar de ese miedo instintivo por nuestra vida y por la de nuestra gente, podemos encontrar resquicios de sensatez, alegría y ganas de aceptar esta etapa como parte nuestra vida e incluso darle la vuelta. Todo ello se puede ver con claridad estos días.

Si algo se caracteriza este aislamiento es en la cantidad de contrastes que están aflorando cada día. Son contrastes a todos los niveles, desde lo macro hasta lo micro. Desde países que se enfrentan a esto con una disciplina y eficacia absoluta (como China), hasta los que se enfrentan con otros métodos más progresivos y que veremos qué resultados obtienen (Europa). Vemos los contrastes y las consecuencias de mantener o no un estado de bienestar social sólido, véase la Sanidad Pública, o desmantelarlo para intereses privados y personales. Igual no hacía falta que pasara esto para darnos cuenta, pero ahora nadie puede decir que no tiene consecuencias reales.

También vemos las consecuencias de paralizar un país, sus negocios, sus empresas, grandes y pequeñas, sin saber dónde nos va a llevar esto. Pero lo curioso es que aún así, la vida sigue. A la vida le da igual, sigue su ciclo. Sale el sol y se pone todos los días, salgamos de casa o no.

Nos vemos abocados a encontrar necesariamente nuevas formas de convivencia con la familia. Las casas, más o menos grandes, son espacios limitados y el día sigue teniendo 24h (eso tampoco cambia). Aquí también hay contrastes, y muchos. Primero entre la gente que tiene casa y la que no, y después entre la gente que tiene familia con la que convivir y la que no.
Para la gente sin casa, se están desplegando toda una serie de infraestructuras de manera que tengan las “necesidades básicas” cubiertas. Que a mí me surge la duda, ¿ y por qué no se hace eso en otras situaciones que no sean tan excepcionales? ¿No debería ser eso la norma y no la excepción? Otro contraste más.
Para la gente con familia o sin familia, la verdad, ahora mismo no sabría yo posicionarme en qué circunstancia es mejor que la otra. Estar obligados a compartir espacio todo el tiempo con personas con las que solemos compartir únicamente unas horas al día, sin tener en cuenta las de dormir, y esporádicamente periodos vacacionales, puede llegar a ser un reto y a veces incluso un peligro real. De igual manera para las personas solas, va a depender mucho de cómo tengan enfocada su vida para que puedan llevar esto más o menos bien.
Allá donde mire no hago más que ver contrastes. Por ejemplo, instalaciones deportivas prestando servicios sociales a la comunidad más vulnerable. Otro contraste, y para mí del bueno.

Yo sinceramente creo que esta situación es un antes y después en la vida de todo el mundo. Y creo que después se va a notar, que algo cambiará. Aún no sabría decir si para bien o para mal, porque las dos posibilidades existen, depende de nosotros/as escoger un lado u otro. Podemos ir hacia el extremo del miedo, del egoísmo y de la individualidad, o podemos ir al otro, al extremo del entendimiento de que somos parte de un todo y que en la cooperación con los demás es donde está la respuesta. Pero insisto, no tengo ni idea. Eso sí, creo que tampoco tardaremos tanto en descubrir hacia dónde se inclina la balanza, es cuestión de tiempo.



                                                                                   En cuarentena, 23 de marzo de 2020.



Fdo.: Guaditoca Blanco Rojas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario